jueves, 17 de marzo de 2011

Texto explicativo sobre teatro e inmigración

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CONVENTILLOS E INMIGRANTES
EL SAINETE CRIOLLO
  
El teatro argentino: los orígenes
Los orígenes del teatro en la Argentina se remontan a la época colonial. Las obras que se
representaban entonces eran de origen español, algunas de tono humorístico, otras de temática
religiosa, pero tanto en unas como en otras existía una intención moralizante. Las únicas
representaciones creadas en el territorio del Virreinato fueron las “loas”, breves piezas que iniciaban
los espectáculos en las que se homenajeaba a personalidades destacadas o a santos.
La primera obra de origen nacional sobre la que existe documentación fue la tragedia
Siripo
obra, además de estar escrita por un autor nacido en Buenos Aires, desarrolla una temática
propia de la región, ya que se refiere a la conquista del Río de la Plata.
También de fines del siglo XVIII se conserva una pieza breve creada por una autor local,
cuyo nombre se desconoce, titulada
más antiguo del teatro costumbrista.
En los festejos del segundo aniversario de la Revolución de Mayo subió a escena la obra
, escrita por Manuel José de Lavardén y estrenada durante los carnavales de 1789. EstaEl amor de la estanciera, considerada el antecedente
El 25 de Mayo
las ideas liberales y del sentimiento de independencia que prevalecía en la época dio lugar a
lo que se conoce como “teatro patriótico”.
o El himno de la libertad, escrita por Luis Ambrosio Morante. La exaltación de
Del circo al sainete criollo
A fines del siglo XIX surgieron dos vertientes que se desarrollaron en el siguiente
siglo. Una de ellas fue el teatro popular realista, originado en el circo, en el cual se destacaron
los hermanos Podestá, especialmente con su versión de
una corriente más culta o elitista, cercana a los preceptos del Romanticismo y que representaba
obras clásicas europeas, vertiente conocida como el “teatro grande”.
Con la inmigración de principios del siglo XX se introdujo el “género chico” español:
la zarzuela y el sainete. Eran formas teatrales breves, costumbristas, de tono humorístico
y personajes estereotipados, como los tres ratones y las cigarreras de la zarzuela —personajes
que usaban una vestimenta característica y cumplían una función humorística—.
En las zarzuelas, además, prevalecía la música y el canto.
El
otra obra, como ocurría con los antiguos entremeses españoles. En la Argentina, combinado
con las formas del circo, dio como resultado una modalidad original conocida como
“sainete criollo”. El sainete criollo se caracterizó por reflejar las costumbres de la vida
en los conventillos, agregando a los elementos humorísticos un conflicto sentimental y
una nota trágica. Esta forma teatral se afianzó durante la década de 1920. En esta época
se destacaron, además de Carlos M. Pacheco, autores como Florencio Sánchez (
dotor
Juan Moreira. La otra fuesainete original era una pieza en un acto que se representaba en los intermedios deM’hijo el), Gregorio de Laferrère (¡Jettatore!) y Roberto J. Payró (Canción trágica).
Del Teatro de la Ranchería
al Coliseo Chico
Según los documentos históricos,
el primer edificio del Virreinato
construido especialmente para
representaciones teatrales fue
un galpón de ladrillos y techo de
paja inaugurado en el año 1783.
Se encontraba en la esquina de
las que actualmente son las calles
Alsina y Perú, en la ciudad de
Buenos Aires. El lugar se incendió
en el año 1792. En su reemplazo, se
utilizó una vieja casona ubicada en
las actuales calles Presidente Perón
y Reconquista, conocida como
Coliseo Chico.
Los hermanos Podestá, de origen genovés, son considerados fundadores del circo criollo.
Encabezada por Pepe, que interpretó al famoso payaso “Pepino el 88”, la familia recorrió las
poblaciones del interior de la Argentina y Uruguay con su propio circo.
En 1884, la compañía estrenó en Buenos Aires una pieza teatral basada en el
popular folletín de la época. La obra se representó como una más entre las atracciones que
ofrecía el exitoso circo de los Podestá: acróbatas, trapecistas, payasos, domadores y cancionistas.
En la imagen, el actor Pablo Podestá (1875-1923), el menor de los hermanos.
Juan Moreira,
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Capítulo 3. Conventillos e inmigrantes.
El teatro de vanguardia
Paralelamente, comenzaron a emerger grupos, por ejemplo, Teatro Independiente, o
autores reconocidos como Roberto Arlt (
de este período recibieron la influencia de las corrientes del teatro europeo de principios
del siglo XX, como el Naturalismo y el Realismo crítico, el teatro de ideas y el teatro de la
crueldad. A estas nuevas corrientes, que influyeron y modernizaron el teatro argentino, se
las conoció como “teatro de vanguardia”. En este marco se desarrollaron dos grupos: Teatro
Libre y Teatro Proletario. Varios autores importantes se comprometieron con estos proyectos
culturales, como Armando Discépolo (
Samuel Eichelbaun (
300 millones). Los escritores, dramaturgos y actoresMustafá), Francisco Defilippis Novoa (He visto a Dios),Un guapo del 900) y Elías Castelnuovo (Los señalados), entre otros.
El sainete, un género menor exitoso
El sainete criollo es considerado un género menor o chico. La división en género chico y
grande o culto tiene sus orígenes en la Edad Media europea. En esa época existía un teatro culto,
que seguía el modelo clásico griego y se representaba en las cortes, palacios e iglesias, y un
teatro popular que se gestó en forma paralela y se representaba en las plazas de los pueblos.
El teatro o género chico se compone de piezas breves, generalmente de un acto, dividido
en cuadros y escenas. Al género chico pertenecían el sainete español y la zarzuela que
se difundieron en la Argentina desde fines del siglo XIX. El sainete criollo fue adquiriendo
características particulares. Así, por ejemplo, entre los personajes, el chulo hispano es el
equivalente del compadrito; la chulapa es el policía; el pelma es el pedigüeño o pechador; la
verbena es la milonga. Las partes cantadas y los segmentos musicales se fueron abandonando
hasta reducirse, en algunos casos, a una fiesta final, con baile y canto.
El sainete criollo consiste en una pieza breve, de un acto, dividida generalmente en tres
cuadros. Los cuadros primero y tercero suelen transcurrir en el patio de un conventillo; y el
segundo, en la puerta o en una calle, como se puede observar en
El diablo en el conventillo.
El escenario del sainete: el conventillo
Los inmigrantes que llegaban a Buenos Aires se radicaban en los márgenes de una urbe
que crecía a un ritmo acelerado. Las viviendas —antiguas mansiones abandonadas y convertidas
en precarios refugios, en las que se asentaron los primeros conventillos— albergaban
a pobladores de distintos orígenes (italianos, españoles, polacos, árabes, etc.), y
conformaron la escenografía ideal para el sainete. De ahí que las acciones se situaran en
sus patios, espacio donde los vecinos —y los conflictos— confluían. Por lo tanto, como
expresión de la creciente urbanización, el sainete fue un género típicamente porteño.
Pero los conventillos no estaban habitados solamente por inmigrantes. También se
alojaban allí criollos pobres, marginados de una ciudad cada vez más heterogénea. En
esos grupos sociales tuvieron su origen el “guapo” y la “percanta” (mujercita humilde y
soñadora), estereotipos que aparecen tanto en los sainetes como en los tangos y las películas
de la época. Era frecuente que estos personajes se enfrentaran con sus vecinos por
dinero, por amor o por cuestiones de poder.
De esta manera, el sainete criollo mostraba las necesidades y preocupaciones del
público del momento y se convirtió en un éxito comercial, el primero en cantidad de
espectadores y funciones, así como de obras escritas.
Estructura de las obras teatrales
Una obra de teatro puede dividirse
en partes más o menos iguales de
tiempo y desarrollo de la acción: los
actos
y otro en el transcurso de una obra
se realiza mediante la caída del
telón, el cambio de iluminación o
el oscurecimiento del escenario y el
posterior cambio de escenografía.
Un acto se divide en
son los segmentos establecidos por
la entrada y salida de los personajes.
. La distinción entre un actoescenas, que
Más teatros
A partir de principios del siglo
XX, por la proliferación de obras
y el éxito de público, se hicieron
necesarias más salas teatrales.
Algunas de las que fueron
construidas en Buenos Aires en esa
época existen aún. Por ejemplo, el
teatro Coliseo, de 1905, en Marcelo
T. de Alvear y Libertad, y el Maipo,
en Esmeralda y Corrientes. En
1908 se creó el Teatro del Pueblo
sobre la avenida Corrientes, donde
actualmente se encuentra el Teatro
General San Martín .
El Teatro del Pueblo fue fundado y dirigido
por el escritor Leónidas Barletta.
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Entre el humor y el conflicto social

La esencia del género dramático es la puesta en escena del enfrentamiento de dos o más fuerzas opuestas —sean éstas
humanas o no, internas o externas al hombre—, que plantean un
una disputa por una mujer o por dinero que acababa en un final cómico. Luego fue evolucionando y poniendo en juego sentimientos o estados de ánimo más profundos de los personajes, así como conflictos que representaban la problemática social de la época. De esta manera, sin perder el tono humorístico, en el texto de Pacheco se puede observar cómo se conjugan en forma simultánea el aspecto cómico (la burla y el aprovechamiento que hace Quiñones de la superstición popular), con el sentimiento de fracaso del protagonista:
conflicto y su resolución. En sus orígenes, el sainete planteaba el conflicto en términos de intereses de los distintos personajes:
Quiñones. ¿Contento yo? Yo, mi amigo [...], yo, querido amigo, también tengo mi tempestá. ¡Mi huracán interior! Soy, acaso, un pobre resto de naufragio. [...] Soy como una astilla del alma criolla, hachada por el inmigrante [...]

Al mismo tiempo, pero en otro plano, se desarrolla el conflicto del deseo de ascenso social —con la consiguiente pérdida de identidad y de pertenencia— mediante la relación  con personajes influyentes o adinerados. Este tema aparece en El diablo en el conventillo, en el episodio de las hijas de don Mateo, Sara y Zulema, con su amiga Julia.
Los personajes y su lenguaje

En el sainete, los personajes hablan de manera estereotipada: los tipos se identifican por su lenguaje. Así, el porteño típico, Quiñones, utiliza el lunfardo; el inmigrante italiano, como don Angelo, el encargado del conventillo, se caracteriza por la mezcla de su lengua natal y el castellano, que deriva en el “cocoliche”. Por ejemplo:
Angelo. ¡Un murchiolague! ¡E per esto me póngono lo nervio de punta! ¡Así no podemo vevire mase en esta casa!
Aparece el criollo, representado por el personaje de don Mateo: en su lenguaje se observan vocabulario y formas (como la omisión de la consonante final en algunas palabras) característicos del medio rural. Es posible observar una muestra de ello en el siguiente fragmento:
Mateo. La vieja, ella las tiene así de consentidas, aflojándoles las riendas... Y yo...
¿Y yo por qué no me impongo? ... Vos dirás, ¿por qué no me impongo... ¡Ah, Rafael!
Soy un hombre muy cansao para andar siempre peleando...
En una conferencia, poco antes de morir, Pacheco dijo que para sus personajes había tomado tipos más o menos caricaturales de la nueva urbe violenta y los había llevado a la escena, pero tratando en todas sus obras de salvar un aspecto moral o espiritual de esa alma anónima del pueblo.
El texto dramático
El texto teatral o dramático incluye
todas las indicaciones necesarias
para la puesta en escena:
elementos del vestuario, decorado,
intencionalidad de los actores,
iluminación, así como lo que los
actores tendrán que decir. Por una
parte, se presenta el diálogo
—parlamentos de los
personajes— y, por otra, las
acotaciones o didascalias
—también llamadas
secundario
indicaciones para la puesta en
escena de la obra.
texto—, es decir, las

Las voces del conventillo
En las voces de los personajes del conventillo están presentes tanto sus valoraciones
sobre los hechos como sus creencias. Por medio del diálogo, el espectador —o el lector—,
percibe las luchas y los modos de resolver los conflictos entre los personajes.
El lenguaje del sainete es representativo de la complejidad de la sociedad de esa
época: los inmigrantes, tratando de llevar adelante las ilusiones de progreso con las que
habían llegado al nuevo mundo; los criollos pobres, compitiendo con aquéllos para no
quedar fuera de un sistema que los iba desplazando; las generaciones más jóvenes, deslumbradas
por los lujos que la ciudad les escatimaba.
Por ejemplo, en una escena de la obra, dos personajes de origen español discuten
sobre la preocupación de los vecinos. Ceferino les recrimina que no se hubieran enterado
de lo que sucedía. Y uno de ellos le responde con su visión del mundo:
Vasco. ¡Bah!¡ Bah! Por mí puede venir la batallón y tocar también el retreta,
con tambor, bombo, que no voy despertar. ¡La gran siete! Si vos estuvieras allí en el
almacén haciendo estiba todo el tarde o con bolsas azúcar cien kilos que una te llevo
otra te traigo, o bordalesa al hombro o cajones arriba y abajo, no ibas a quedar
desvelao, no, no... Claro que si quedás boliche, jugando al truco y de día no trabajas,
ruidos tiene que sentir... hasta de gato que anda azotea, con música celestial...
La variedad de registros también se utiliza como recurso humorístico para generar los
malos entendidos, los juegos de palabras. Por ejemplo, en una parte de un parlamento
correspondiente a Quiñones, se puede leer: “
la manga
“manga” como la parte de la vestimenta que cubre los brazos.
Nadie superó a Pacheco en la habilidad para presentar a cada personaje con su habla
correspondiente. Supo manejar los barbarismos y las nuevas creaciones de términos aportadas
por la inmigración con una delicada sensibilidad. Esa autenticidad lingüística acercó sus
escenas a un vívido realismo costumbrista. Pero el autor también dio toques de lenguaje poético
a las palabras de algún personaje. En el siguiente fragmento de uno de los parlamentos
del Farolero se observa la utilización de una metáfora referida al paso del tiempo y la vejez:
...por San Telmo ya ni voy... muy agujereada”, donde se juega con el término lunfardo “mangar”, que significa “pedir” y con
Farolero. [...] La vida me manoseó, me golpeó, hizo pedazos mis afectos y
cuando el tiempo se acerca con su carga de nieve, vea cómo me agarra: solo, hecho
una ruina, obligao a ganarme un pedazo de pan, encendiendo faroles, haciendo
luz sobre las paredes de la calle para venir después a mis cuatro paredes sin luz.
Este tono pesimista suele aparecer en los textos de Pacheco, aunque también en la
obra de otros autores, muchas veces expresado por algún personaje vencido, doblegado
por la vida. Estas intervenciones dan a los sainetes un sabor acre, “de acíbar”,
como dice Quiñones, un matiz sentimental, pero también los despegan del
estereotipo, porque es aquí donde los personajes revelan su individualidad.

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