jueves, 17 de marzo de 2011

Peronismo, antiperonismo y literatura

Peronismo, antiperonismo y literatura

El 17 de octubre de 1945 marcó un hito en la historia argentina. Ese día, miles de hombres y mujeres ocuparon la Plaza de Mayo exigiendo la libertad de Juan D. Perón (que había sido encarcelado en la isla Martín García). Así, por primera vez en la historia, la clase obrera —integrada sobre todo por migrantes internos e hijos de inmigrantes europeos que trabajaban en la industria— se manifestó masivamente en defensa de sus intereses e incidió en el curso de los acontecimientos del país.
Al año siguiente, Perón fue elegido presidente e inauguró un período que se caracterizó por revertir el estado de postergación de las mayorías populares: redistribuyó el ingreso mejorando los salarios, los servicios sociales y el acceso a la vivienda, entre otros beneficios. Esta política fue percibida por las clases media y alta del país —incluidos algunos de los representantes más destacados de su cultura— como una invasión de sectores sociales que venían a apropiarse de espacios políticos, económicos y culturales que no les correspondían. El resultado fue una confrontación peronismo-antiperonismo que se prolongó durante varias décadas en el país.
En numerosas obras literarias del período hay una mirada despectiva sobre los sectores populares que ingresan a la historia; por ejemplo, en el cuento “La fiesta del monstruo” (en Nuevos cuentos de Bustos Domecq), escrito por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, publicado en Montevideo en 1956. Allí, los acontecimientos de octubre de 1945 se narran como la invasión del peronismo al Estado; “la chusma” aparece como un extraño —el pueblo y su violencia— que amenaza la estabilidad de la Argentina; y la jornada del 17 de octubre es representada irónicamente como “la fiesta del monstruo”.  Perón fue derrocado el 16 de septiembre de 1955 por un levantamiento militar —autoproclamado Revolución Libertadora— y el peronismo fue proscripto. Sin embargo, el líder, desde el exilio, ocupó un lugar central en la política argentina durante los casi veinte años siguientes; hasta que regresó al país y fue reelegido presidente en 1973.  Entre esos años, las jóvenes generaciones realizaron una nueva lectura del peronismo. Y también aparecieron obras literarias que brindaban una nueva perspectiva sobre la sociedad de entonces, como el cuento “Cabecita negra”, de Germán Rozenmacher.
El 17 de octubre de 1945, algunos de los
trabajadores que se habían congregado
en la Plaza de Mayo para exigir la libertad
de Perón se refrescaron en las fuentes.
Este hecho, posteriormente reivindicado
con orgullo por los peronistas como
un hecho originario, escandalizó a los
sectores opositores de la época.

Borges versus Perón

Borges no estaba de acuerdo
con el peronismo. Por tal motivo
fue removido de su cargo en la
biblioteca municipal del barrio de
Almagro y nombrado Inspector
de aves y conejos en el Mercado
del Abasto, cargo al que renunció.
En 1947, la “sociedad secreta” que
había formado con Adolfo Bioy
Casares decidió utilizar con fines
claramente políticos el seudónimo
Bustos Domecq a través del
cuento “La fiesta del monstruo”,
que circuló mecanografiado y de
modo restringido. El narrador,
un muchacho peronista, relata
en primera persona y en un
registro muy realista el violento
asesinato de un joven judío en una
manifestación. En un fragmento
del cuento, se alude a Perón y
a sus métodos de gobierno, sin
nombrarlo: “Nos puso en forma
para lo que vino después: la palabra
del Monstruo. Estas orejas la
escucharon, gordeta, mismo como
todo el país, porque el discurso se
transmite en cadena...”.
Busquen información en textos
de Historia sobre los hechos que
desencadenaron en el 17 de
octubre de 1945.
86 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

“Cabecita negra” y la oposición civilización-barbarie

La historia de “Cabecita negra” está narrada en tercera persona, desde el punto de vista de Lanari, un personaje que representa a la típica clase media argentina del período 1950-1960. Sin embargo, la perspectiva de esta narración difiere de la adoptada en “La fiesta del monstruo”, de Borges y Bioy Casares, ya que la crítica no recae sobre los cabecitas negras sino sobre la clase que los desdeña.
En el relato se alude a un conflictivo momento político que afectaba la vida de las personas comunes (“En tiempos como éstos, donde los desórdenes políticos eran la rutina, había estado varias veces al borde de la quiebra”) y se traducía en enfrentamientos cotidianos que alimentaban las fabulaciones de Lanari (“En este país donde uno aprovechaba cualquier oportunidad para joder a los demás y pasarla bien a costillas ajenas”). Esas divisiones se anuncian a medida que avanza el relato mediante distintos recursos hasta que, con la intromisión del policía y su hermana al departamento de Lanari, quedan claramente definidos los dos territorios antagónicos, como un eco de la oposición entre civilización y barbarie. Lanari se constituye en el representante de una clase de gente decente, civilizada, con acceso a los bienes culturales; en la vereda de enfrente, los cabecitas negras, quienes exhiben actitudes que los identifican dentro de una cultura muy diferente (“El señor Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez las patas en las fuentes de plaza Congreso”, en evidente alusión a la anécdota atribuida a las masas que se movilizaron el 17 de octubre de 1945).
La presencia de la “chusma” en la casa de Lanari pone las cosas “al revés” y él se ve forzado a reconocer que “la casa estaba tomada”. De ese modo hace referencia a otro relato, escrito en 1945 y recogido en Bestiario en 1950: “Casa tomada”, de Julio Cortázar.  En ese cuento también se describe una invasión, pero misteriosa y fantástica. Años después, Juan José Sebreli fue el primero en proponer la interpretación de “Casa tomada” a partir de dos sentidos fundamentales: por un lado, el ingreso de lo extraño como metáfora del peronismo, como invasión que descompone el mundo familiar; y por otro, la aceptación pasiva de este fenómeno político y social sin intentar acercarse, conocerlo y, menos aún, explicarlo. Sin embargo, si en “Casa tomada” todavía no se nombraba ni identificaba a los invasores, en el cuento de Rozenmacher, escrito doce años después, ya están claramente delimitados: son dos cabecitas negras con nombre y rostro concretos, un policía y su hermana, quienes se introducen violentamente en la cotidianeidad pequeñoburguesa de Lanari.
En el cuento se representa la sensación agobiante que generaba, para determinada clase social, la presencia de la gente de los suburbios, del campo y del interior del país, que ya para entonces se había radicado en Buenos Aires.

1.      Busquen en el cuento sustantivos y adjetivos que

caractericen hechos o personas, asociándolos a los
conceptos de civilización o barbarie.

2.      ¿De qué modo se alude a Lanari como un representante

de la clase culta a la que el policía no pertenece?

3.      Analicen los procedimientos con los que Lanari intenta

aACTIVIDADES
“salvarse” frente al policía. Si éste no hubiera sido el hermano de la muchacha, ¿hubieran sido efectivos? ¿Por qué?

4.      Rastreen en el texto palabras o frases que “animalicen” a

los cabecitas negras.

5.      Identifiquen en el cuento los datos que permiten fechar

aproximadamente la época en que se desarrolla la acción.

La pintura como denuncia social

El 28 de agosto de 1945 se
distribuyó el primer ejemplar de
del diario Clarín en la Argentina.
En sus primeros números
aparecieron noticias sobre el
Salón de Independientes, un
evento artístico que reunió a
varios pintores como Raquel
Forner, Antonio Berni y Juan Carlos
Castagnino, entre otros. El Salón
fue considerado una “expresión
rebelde ante la situación por la que
atraviesa el país”.
Manifestación, obra de Antonio Berni, 1934 (detalle).
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La literatura de los años ’50

El triunfo de Perón en 1945 y los cambios que se produjeron a partir de entonces en la sociedad fueron el entorno en el cual se definieron las nuevas generaciones argentinas.  Esto modificó profundamente la relación entre política y literatura que se había desarrollado desde los inicios de la nación.
A partir de los años ’50, los escritores debieron redefinir su interpretación de la realidad, y las actitudes y los modos que utilizaban para referirse a ella. Hasta entonces y durante décadas había predominado el modelo realista, nacido en Europa. Pero, en este período, ese modelo se reformuló después del cuestionamiento que realizaron las vanguardias de principios de siglo (Surrealismo, Dadaísmo,Creacionismo, etcétera), de las polémicas dentro de la crítica de la izquierda política y de la filosofía existencialista, entre otras.
Fue evidente que existía una lucha entre concepciones de la realidad que dependían de la postura política o filosófica de los intelectuales; de ellas surgieron corrientes literarias como el costumbrismo humanista, la novela de la tierra, el realismo proletario o el realismo crítico. A la vez, aquel debate que a principios de siglo había surgido entre los grupos llamados Florida y Boedo se reactualizó, dando lugar a reajustes y reubicaciones dentro de la polémica en torno de la cuestión del realismo. No fue menor, en medio de estos conflictos de ideas, el desconcierto que produjo entre los intelectuales el hecho de que el poder, en manos de un peronismo sostenido por amplios sectores sociales y, especialmente, por la clase trabajadora, ejerciera la censura en el ámbito cultural, tanto sobre la derecha como sobre la izquierda.
Para algunos críticos, pese a la heterogeneidad, lo que caracteriza a los escritores de este período es la necesidad de volcar la experiencia histórica en una experiencia literaria, como un intento de captar la realidad a partir de una interpretación social. Entre los autores que comenzaron a producir y a publicar alrededor de la década del ’50 se encuentran nombres que representan posturas tan diversas como antagónicas, en algunos casos: David Viñas (1927), Beatriz Guido (1922-1988), Marta Lynch (1930-1985), Andrés Rivera (1926), Antonio Di Benedetto (1922-1986), Haroldo Conti (1925-1976) y Rodolfo Walsh (1927-1977).

David Viñas, un escritor emblemático

David Viñas fundó e impulsó la revista literaria Contorno, que convocó a muchos jóvenes destacados de esa década. Esta tarea y su producción como narrador, ensayista y dramaturgo lo posicionaron entre los autores más importantes de nuestra literatura. Sus novelas, dramas y guiones de cine basados en episodios de la vida histórica argentina evidencian una particular observación crítica de la sociedad de su época y un minucioso trabajo de creación de atmósferas en las que predominan la violencia política y la discusión ideológica.
Viñas fue profesor universitario y vivió exiliado en México y España durante la última dictadura militar (1976-1983). Escribió varias novelas (Los años despiadados, Un dios cotidiano, Prontuario), libros de cuentos (Las malas costumbres) y obras de teatro (Tupac Amaru; Poder, apogeo y escándalos del coronel Dorrego). De su trabajo como ensayista merece citarse una obra clásica de la crítica: Literatura argentina y realidad política, cuya primera versión se publicó en 1964 y en la que aplicó el método sociológico para analizar la literatura argentina. También escribió guiones de películas como El jefe (1958) y El candidato (1959), filmadas por el director Fernando Ayala.

Revistas literarias

La Gaceta Literaria (1956), El grillo
de papel (1957), La rosa blindada
(1960)       y El escarabajo de oro
(1961)        fueron algunas revistas
literarias que exploraron los temas
del compromiso, la función de
la poesía y las relaciones entre
sociedad y literatura.

Cine y censura en la Argentina

En esos años, gracias a una
política de fomento de la industria
cinematográfica, se produjo
gran cantidad de películas y
se publicaron varias revistas
dedicadas a la crítica, como Gente
de cine (1951-1957) y Tiempo de
cine (1960-1968).
En 1952 se estrenó Las aguas bajan
turbias, de Hugo del Carril, en la que
se reflejaba la problemática social
desde una perspectiva aceptable
para el poder. Sin embargo, El gran
dictador, de Chaplin, fue censurada
y sólo pudo exhibirse luego de
que se cortara un famoso pasaje
en el que Carlitos hace un discurso
contra el autoritarismo.
Escena de Las aguas bajan turbias, con
Hugo del Carril y Adriana Benetti.
88 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

El existencialismo y

Jean-Paul Sartre

El existencialismo fue una corriente
filosófica que resaltaba el papel
determinante de la conciencia
de la propia finitud —es decir,
de la muerte— en las acciones
humanas. Su nombre sugiere
su tema central: la existencia
del individuo concreto y, en
consecuencia, la subjetividad, la
libertad individual y los conflictos
de elegir. Tuvo gran influencia
sobre distintos escritores de los
siglos XIX y XX.
Jean-Paul Sartre (París, 1905-1980)
es considerado uno de los mayores
exponentes del existencialismo.
Escribió varias obras filosóficas
fundamentales como El ser y la
nada. En ¿Qué es la literatura? se
refirió al compromiso del escritor
y defendió una visión del arte que
fue decisiva para el pensamiento
francés y europeo de mediados del
siglo XX.

La revista Contorno

En la primera mitad de los años ‘50, un grupo de intelectuales jóvenes

—en su mayoría, participantes de la revista Verbum, del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires—planteó un proyecto cultural que aportó una renovación ideológica a la cultura argentina.
Entre los integrantes de este grupo se encontraban Oscar Masotta, Carlos Correas, Juan José Sebreli, los hermanos Ismael y David Viñas y Noé Jitrik. Ellos y otros destacados autores, desde la revista Contorno (1953-1959), se propusieron indagar una nueva forma de entender la literatura a partir del compromiso que debían asumir los intelectuales respecto de la apremiante realidad en que vivían.
Contorno constituyó una nueva línea de progresiva ruptura e innovación en el ámbito de la cultura. Uno de sus legados más importantes fue el intento de construir una historia crítica de la literatura nacional, que se fue sosteniendo (sobre todo, a partir del número 5/6) sobre ejes históricos y políticos. A diferencia de otras revistas, como Buenos Aires Literaria (1952-1954), que sólo publicó textos de autores nacionales y extranjeros consagrados, la revista Contorno operó una profunda renovación en las letras argentinas y se convirtió en el órgano de la nueva generación. Como parte de su tarea de renovación, rescató a autores anteriores como Roberto Arlt —que hasta entonces había sido marginado—, pues reconocieron en sus obras el desafío a las reglas literarias y sociales aceptadas en la época.

El intelectual comprometido

Los jóvenes de Contorno diseñaron su proyecto editorial oponiéndose a los planteos de la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo. Uno de los primeros reproches a Sur fue su escasa preocupación por la realidad. Desde su nombre, Contorno, se ubicaron precisamente como una alternativa opuesta y abarcativa. Según sus integrantes, se atravesaba un tiempo de desorientación en el que, si bien era difícil tomar posición, estaba “prohibido guardar silencio”, como afirmó Viñas en 1953. El “denuncialismo” anunciado desde el primer número, como voluntad de ser la voz de los que no tenían voz, definió un nuevo rol del intelectual que tenía sus raíces en el pensamiento de Jean Paul Sartre.  Muchos factores influyeron sobre las posturas del grupo que hacía Contorno. La relación peronismo-antiperonismo fue uno de los más importantes; otro fue su vinculación con el existencialismo en su versión francesa de la segunda posguerra. Desde el comienzo, lo que caracterizó con vigor a estos jóvenes fue el manejo de una terminología filosófica, aprendida en la lectura de autores franceses como Sartre y Albert Camus. Casi todos los integrantes de Contorno habían viajado a Francia una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde habían tomado contacto con los conocimientos teóricos que tratarían de aplicar luego a la compleja realidad argentina.
Aparecida un poco antes del derrocamiento de Perón, la revista mostró hasta qué punto había cambiado el clima en la literatura argentina. Así, al proclamar la necesidad de que el intelectual se comprometiera con la realidad, enjuiciaba la postura de la generación que la había precedido.
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1 comentario:

  1. Muchas gracias por este gran aporte que ayudará sin duda a un trabajo que debo realizar para el colegio.

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